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martes, 6 de mayo de 2014

Víctor, el niño salvaje de Aveyron




En 1800 apareció un niño en las afueras de Saint-Sernin, con las manos y cara llenas de cicatrices. El chico solo medía 4 pies y medio (1’35m ) pero aparentaba tener 12 años.
No hablaba ni respondía para hacerse entender, lo  único que hacía era reaccionar ante ciertos sonidos. No quería alimentos cocidos, sino crudos. Parecía que se había vuelto insensible a las temperaturas extremas, posiblemente debido a que se había criado en la selva.
Se estudió cuidadosamente al pequeño después de la observación inicial, el muchacho, a quien se le llamo Víctor, fue enviado a una escuela para niños sordomudos en París. Allí, quedó a cargo de Jean-Marc-Gaspard Itard, quien era médico. Según el, Víctor era «un niño desagradablemente sucio... que mordía y rasguñaba a quienes se le acercaban, que no demostraba ningún afecto por quienes lo cuidaban, y quien era, indiferente a todo lo atento a nada»
Algunos observadores pensaban que era un incapaz de aprender. Pero Itard creyó que el desarrollo de Víctor se había limitado por el aislamiento y que sólo necesitaba que se le enseñaran las destrezas que los niños en la sociedad civilizada normalmente adquirían a través de la vida diaria. Itard llevó a Víctor a su casa y durante los siguientes cinco años, lo “domesticó”. El chico aprendió los nombres de muchos objetos y pudo leer y escribir frases simples, expresar deseos, seguir órdenes e intercambiar ideas. Demostró afecto, especialmente hacia la señora Guérin, al igual que emociones de orgullo, vergüenza, remordimiento y deseo de complacer
Sin embargo, aparte de algunos sonidos vocálicos y consonánticos, nunca aprendió a decirlos. Cuando el estudio concluyó, Víctor  - que ya no fue capaz de valerse por sí mismo, como lo había hecho en la selva – se fue a vivir con la señora Guérin que, recibía una remuneración del Ministerio del Interior por cuidarlo, cerca de veinte años más, hasta su muerte en 1828 cuando tenía alrededor de 40 años. 


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